viernes, 13 de marzo de 2015

Mis paraísos cercanos: Sicília... una isla griega

Dominada sucesivamente por casi todas las grandes civilizaciones que han señoreado por el Mediterráneo. Sicília ha desafiado el paso del tiempo sobreviviendo a todos cuantos quisieron dominarla. Solamente el recuerdo de “lo griego”, como ese primer amor de juventud, fue capaz de doblegarla, y es que, a veces, Sicília parece Grecia.

Sicília constituye un compendio de lo que ha sido la historia del Mediterráneo. Sus playas han contemplado el desembarco de fenicios, griegos, cartagineses, romanos, árabes, bizantinos, normandos, franceses, españoles, austriacos... El resultado de todo esto, ha sido una cultura riquísima en todos los aspectos; desde la tradición oral hasta el patrimonio arqueológico, pasando por la gastronomía y los monumentos artísticos. El rico folclore siciliano ha recogido y re-elaborado el recuerdo de estas invasiones y ha creado, en esta tierra de la fantasía, paladines con corazas de oro que luchan contra reyes moros de expresión feroz, vestidos con ricos damascos y turbantes que coronan con joyas de “las mil y una noches”. Son los pupi, esas marionetas que la tradición ha utilizado para explicar a los insulares los episodios más sobresalientes de su pasado y de su herencia cultural.

Una historia que ha venido determinada por su posición geográfica, justo en el centro del Mediterráneo, puente entre Europa y África, entre Oriente y Occidente, isla siempre deseada además por su belleza y por la riqueza de su suelo. Sus dones naturales ya fueron alabados por geógrafos y poetas griegos, que mencionan la fertilidad de las laderas del Etna y el esplendor de sus ciudades. Aún en nuestros días, la naturaleza es aquí impresionante: las tortugas bobas ponen sus huevos en las playas de Lampedusa, pueden encontrarse focas monje en algunas playas desiertas... Y, además, su carácter de puente entre continentes, permite que cada año más de doscientas especies de aves aniden y recuperen energías tras una larga travesía sobre el mar.

El mar... el mar que aísla, pero a su vez es camino y comunicación, ese mar, trajo a Sicília a gentes desde los más remotos orígenes. Según Tucídides, los fenicios ocuparon toda la isla antes de fundar Cartago allá por el 814 a.C. Con la llegada de los griegos, un siglo más tarde, los fenicios se retiraron a la parte occidental de la isla, donde tenian sus enclaves de Motya, Panormos (Palermo) y Solunto.

Después vinieron los cartagineses, Roma, varios pueblos bárbaros, los normandos, el Sacro Imperio Germánico, franceses, catalanes... así hasta la Segunda Guerra Mundial, cuando se llevó a cabo, aquí, uno de los más famosos desembarcos realizados por los marines norteamericanos.

Pero si los fenicios fueron “el primer pueblo” en invadir la isla y transmitir los avances técnicos y las novedades “de Oriente” a los antiguos habitantes de Sicília, no hay duda de que fueron los griegos quienes, a lo largo de varios siglos, convirtieron esta isla en el principal foco de cultura y civilización del Mediterráneo, hasta el extremo de que Sicília ha tenido desde entonces más de griego que de “romano” (lease italiano).

En la antigüedad, Sicília fue Grecia. En Agrigento, por ejemplo, nació el sabio Empédocles, quien movido por su afición a la ciencia, fue a instalarse de forma permanente en la cumbre del Etna, donde falleció como consecuencia de una erupción. También Píndaro, el gran poeta y autor de célebres himnos y odas a los campeones olímpicos, sucumbió a los encantos de esta maravillosa tierra e hizo de Sicília su residencia. Arquímedes y su famoso “Eureka”, que fue exclamado en una bañera de Siracusa. Incluso el propio Platón hizo estancia en la isla, y Homero, quiso que Ulises, el héroe de la gran guerra de Troya, vivieran en esta ínsula algunas de sus más impresionantes aventuras.

La primera fundación griega en Sicília fue Taormina, ciudad amada por poetas y pintores, así como por varias generaciones de intelectuales europeos desde el siglo XVIII, en busca de sol y de su armonía. Fundada en el año 734 a.C., conserva aún un magnifico teatro griego perteneciente a esa época, reformado más tarde por los romanos, que se levanta sobre una antigua acrópolis, a 214 metros sobre el nivel del mar. Balcón sobre el mar y situada frente a la cubierta cumbre del Etna, aparece como un paraiso “rafaelista”, que bien podría estar rodeado por los angeles de Boticceli. Desde lo alto de la colina, la mirada abarca desde el cabo de Sant' Alessio, en el estrecho de Mesina, hasta las costas calabresas.

El poeta inglés Byron y el romántico alemán Heine rivalizaron en alabanzas sobre este lugar, allá por el siglo XIX. Ciudad soñada por los artistas y creadores, hechizados por su teatro y sus perfumes, entre sus estrechas callejuelas, en Taormina se respira una atmósfera “prohibida”. Aquí recalaron Hertz, Wood, Klimt, y sobre todo, el conde von Geleng y el barón von Gloeden, quienes en estos parajes se consumieron en mórbidas y turbias pasiones por el candor mediterráneo.


Nuestra siguiente parada será Siracusa, una de las “ciudades monumento” que por sí sola merecería un viaje a Sicília. Cuando el visitante llega a ella, se siente trasladado a los tiempos de la antigüedad. Su teatro griego, el anfiteatro romano, el gimnasio; un apasionado de la arqueología se puede volver realmente loco aquí. La ciudad fue fundada en el año 634 a.C. Alcanzó su máximo esplendor en el siglo IV, época en la que se construyó un teatro excavado en la roca del monte Temenite. Es uno de los de mayor tamaño que han sobrevivido al inexorable paso de los años. Tiene un diámetro de 140 metros, y se compone de graderío, orquesta, un altar de Dionisos en el centro, y el escenario. Allí se representaban las famosas tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides.

Junto al teatro, existe una enorme gruta, que en época romana, fue utilizada por las primeras comunidades cristianas a modo de catacumbas, y que es conocida como “la oreja de Dionisio”. Según cuenta una leyenda, en tiempos del tirano Dionisio (y ahora regresamos al periodo griego), se encerraba en ella a los prisioneros atenienses, enemigos acérrimos de Siracusa, para escuchar desde lo alto, por una abertura en la roca, los secretos que los prisioneros se susurraban al oído.

Precisamente por los ataques de los atenienses y la continua amenaza de los cartagineses, Dionisio de Siracusa, uno de los tiranos más afamados del “mundo clásico”, se vio obligado a ampliar los muros defensivos de la ciudad, entre los años 402 y 397 a.C., y construir una magnífica fortaleza, conocida con el nombre de Eurialo, en la colina que domina la ciudad. Este perímetro defensivo de Siracusa, mide 24 kilómetros y desde la fortaleza se contempla un esplendido panorama. Es ésta, además, la obra de arquitectura antigua más colosal que nos queda de la civilización griega.

Otro lugar donde se conservan testigos de esta época es en el museo arqueológico Paolo Orsi, considerado uno de los más ricos e importantes del mundo. Se encuentra en el parque de Villa Landolina, en el paseo Teócrito.

En la centuria que va desde mediados del siglo VII a mediados del siglo VI a.C., se habían fundado en Sicília otras dos importantes colonias griegas, Selinunte y Agrigento. La primera se convirtió muy pronto en una de las ciudades más importantes de la isla, lo que atrajo la atención de los cartagineses, que la sitiaron en el año 409 a.C., destruyéndola completamente y aniquilando a todos sus habitantes. Su atormentada historia ha dejado sobre el terreno colosales capiteles y trozos de columnas, bloques ciclópeos, etc. sobre la acrópolis se encuentran los famosos templos A, B, C y D dedicados al culto de diversos dioses del Olimpo, así como numerosos edificios civiles. Al este, sobre la colina, se encuentran los restos de los templos de Hera, Athenea y Apolo.

Por carretera, la ruta que une Selinunte con Agrigento es una orgía para los sentidos, entre zonas de matorrales mediterráneos y playas de arena blanca. Si uno levanta la vista para contemplar los pueblos que crecen en las montañas, vislumbrara las ruinas de antiguas fortalezas construidas para defender los centros habitados. Siglos más tarde, los romanos explotaron todos los recursos de este rincón de la isla, que les debió de encantar brutalmente. Construyeron villas lujosas, como las de la Plaza Armerina y la de Casale, con sus famosos mosaicos, trazaron carreteras, promulgaron leyes e introdujeron nuevas modas. Aunque también, como todos los pueblos que conquistaron Sicília, depredaron sus riquezas.

En cambio Agrigento hizo su fortuna traficando con los cartagineses su excelentes vinos y aceites. Ya el poeta Píndaro la definió como “la mas hermosa de las mortales”, y fue, tras Siracusa, la segunda colonia helena con un mayor perímetro amurallado: unos trece kilómetros, una autentica barbaridad si nos situamos hace casi dos mil quinientos años atrás. Durante esa época, probablemente vivieron en Agrigento más de 50.000 personas.

Desde la ciudad moderna, se domina el llamado Valle de los Templos, donde se agrupan un importante conjunto de ellos, de los siglos VI y V a.C.: el de Zeus Olímpico, el de la Concordia, el de Hércules y el de Juno. El de la Concordia ha resistido muy bien los azotes del tiempo y puede considerarse, tal vez, el templo griego mejor conservado de Italia.

La colonización griega de Sicília también se hizo notar en el interior de la isla. Tras atravesar extensiones de prados desiertos, quemados por el sol, y varios bosques y pueblos situados a los pies de los montes Nebrodi, se llega al corazón de la isla. Aquí lo griegos construyeron numerosos santuarios, y más tarde sus sucesores, los romanos, diversas villas y fortalezas. La carretera sube hasta Enna, la capital de provincia más alta de Europa, casi a mil metros de altura. Hay que dejarse llevar y pasear por vía Roma.

Posiblemente nos sintamos observados por algunos ojos curiosos, e indiscretos, tras las ventanas y los portales entornados, pero desde luego, tendremos la sensación de tener Sicília a nuestros pies. Al fondo, a la derecha, probablemente veamos una delgada columna de humo. Es “su majestad” el Etna, con la cima casi siempre blanqueada.

Sicília posee una serie de islas que la acompañan en su navegación mediterránea. Las más famosas son las Eólicas o Eólias, situadas al norte y este de Sicília. Es el archipiélago mas numeroso que la rodea, al que se llega desde Milazzo, cerca de Messina. Son siete pintorescas islas de origen volcánico en las que hoy habitan unas diez mil personas, pero en las que no se olvida un dramático pasado de batallas y devastadoras erupciones volcánicas.

Lipari, es la mayor y posee varios núcleos habitados. A destacas las antiquísimas termas de San Caloggero, con un edificio con cúpula, que se remonta al siglo XV. La costa, con sus peñascos inaccesibles, forma playas blancas.

Al norte se encuentra Salina, la única que posee minas de agua dulce, matorrales mediterráneos y arboles como el castaño y el álamo. Panarea es la más pequeña y la más vieja, surgida a consecuencia de la explosión de un volcán submarino. Stromboli es la más lejana, la más aislada y afectada por las erupciones, el viento y el mar, pero también la más cinematográfica, dada a conocer por Rossellini en su famosa película.


Hay más islas que rodean Sicília y no pertenecen a las Eólias. Están las Égadas, un pequeño archipielago frente a la costa de Trapani, desde donde salen los barcos que la conectan con el resto del planeta. La mayor de ellas es Favignana. Cuenta con escasa vegetación, y los pocos huertos que existen, están labrados dentro de fosas que los protegen del viento. Su agua cristalina invita al baño. Levanzo es una isla montañosa y verde, y finalmente Marettimo, la más alejada, ofrece bellos acantilados.

Luego están las Pelagias, perdidas al sur de Sicília. La isla de Linosa es la punta emergente de un volcán, donde las rocas y el verde y azul del mar se codean con los colores pastel de las casas. Mayor que la anterior, y más alejada, está Lampedusa, tristemente famosa en los últimos tiempos por haberse convertido en puerta -falsa- de entrada de la inmigración ilegal, con sus costas que caen a pico, como precipicios.


Queda Ustica, en el norte, cerca de Palermo. Reserva marina desde el año 1986, una autentica joya con fondos marinos nada contaminados y donde se puede nadar entre esponjas, ánforas y restos de pecios sumergidos.

De vuelta a casa, no estaría de más acercarse a una librería y comprar -y leer, por supuesto- “Viaje a Italia” de Goethe, para comprender que impresión pudo producir la isla al gran poeta del norte. Nosotros, gente del sur, seguramente también compartiremos con este gran amante de Sicília el dolor y la desesperación por tener que abandonarla. Manteniendo, eso sí, su recuerdo, el del color del mar, el de los almendros en flor, los olivos, los templos griegos... y las andanzas, policiales, personales y culinarias, de mi querido Montalbano... aunque esto, ya es otra historia que contaré en su momento, como diría el viejo brujo de Conan el Bárbaro.

Y quien quiera otra cosa... que se haga "turista de Tripadvisor".

6 comentarios:

  1. Paco, te has dejado Pantelería, por hablar de otra importante, isla que me encanto. Con Sicilia también me has tocado el corazón. En Palermo cumplí 35 años llevando un transporte a Atenas, el que te comenté con Ana y Jesús, en Siracusa pasamos mi mujer y yo doce días encerrados gracias a un temporal y salimos enamorados de Ortigia. Si sus islas son interesantes, Sicilia por dentro es una pasada. Tengo muchas ganas de regresar.
    Un fuerte abrazo
    Viriato

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    1. Pues si que me la he dejado, Maese Viriato, pero no ha sido por descuido, ha sido "a caso hecho"... por guardarme algo para mí solito... (y para Salvo Montalbano, que también es su "refugio secreto")

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  2. Sicilia, la visité a finales de los 80. Por desgracia la visita fue tan efímera que pocos recuerdos tengo de ella. Pero algo debió de quedar escondido entre las neuronas que a día de hoy nuestro pequeño velero tiene como nombre Siracusa... Es algo extraño que tanto a mi mujer como a mi nos pasé lo mismo con la isla, nos atrae sobremanera, yo diría que visceralmente...
    Para este verano una bandera dividida diagonalmente en dos colores, rojo y amarillo, con una trinacria en el centro, ondeará en un obenque del Siracusa.
    Para que luego digan que no se puede predecir el futuro..., nosotros sabemos que sin dejar pasar mucho tiempo visitaremos la isla.
    Un saludo.

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    1. Pues espero que la disfruten, Don Fernando. Que la disfruten y la vivan...

      Llevo una temporada dándole vueltas a un pensamiento, y es que Sicilia, además de tan griega... es tan española... en su geografía, en su historia, en sus gentes...

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  3. Claro que es griega Sicilia, casi tanto como Atenas. La Magna Grecia, la Ecumene. Esoy de acuerdo con vosotros, la personalidad de esta isla, por llamarla de alguna forma, es muy poderosa. Aunque tengo un amigo siciliano, que cultivaba gardenias en las faldas del Etna, que salió un dia corriendo para no volver más y me dijo: ¿Te gusta Sicilia? pues te la regalo a ver si eres capaz de sobrevivir. Sabía a lo que se refería pero no dijo nada más; la omertá, ya se sabe.

    Un abrazo..

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    1. Pues a tu amigo, creo que le hicieron "una oferta que no podrás rechazar"... pero de las de verdad... y esa es "la pega" de Italia... no solo en Sicilia, también Catánia... mucha "omertá"... y en Córcega ... uffff Por cierto... ¿sabes que por allí cunde la leyenda de que la "omertá" y todo lo relacionado con ella comenzó cuando los aragoneses (y por herencia luego el Reino de España) gobernaban aquellos parajes? Por las rencillas "irresolubles" entre los nobles...

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